Ezequiel Benítez es un cantaor de nuestro tiempo. Destaca por su excelente sensibilidad ante lo que ocurre cotidianamente, no vive ajeno a lo realmente importante de la vida: la salud y el amor, convertidos ambos sentires en nostalgia e ilusión. Además, aplica al cante su inteligencia, entiéndase ésta como la conversión de lo intangible, lo que otros hicieron de manera descomunal para traerlo a la realidad, a lo palpable, a través de un discurso fresco y actualizado. De ahí, que con estas Quimeras del tiempo (Recuer2) volvamos a soñar con la dulzura de María Bala, hermana del Sordera que no tuvo la suerte de ser artista, pero a la que el cantaor recurre para definir la soleá de Santiago. No se mueve del barrio en las bulerías, acordándose de Terremoto, Tío Paulera o Tía Bolola, con un elenco variopinto haciendo compás con palmas y jaleos. Viaja hasta San Miguel para rencontrarse con Don Antonio Chacón, en las malagueñas, modulando los bajos de un metal abrillantado. Fandangos de su vida, también por bulerías, nos invita al recogimiento. Hay dominio, evidenciado en las guajiras y en la inicial “María Magdalena”. No cabe duda de que se consigue en este disco plasmar su mensaje universal del flamenco, iniciado desde los aljibes del cante vivencial de nuestros mayores. No se pierdan la zambra, tampoco los tangos en los que emplea su profunda creatividad tanto en letra como en música abriendo el espectro de lo netamente humano. Sonoridad, y larga vida.

Crónica: Juan Garrido.